El llano estaba cubierto de espigas que sonreían cada vez que el sol trataba de alzarse sobre el horizonte. El hombre con la carga se escabullía y arrastraba efimeramente como una serpiente. A lo lejos, y claro que muy a lo lejos, se podía oír el cántico de de aquellos hombres con sus lanzas que flotaban sobre el cálido palpitar de la inmensidad. Yo, un simple espectador extasiado de aquella imagen.