Transversalmente

Ahí estaba, justo ahí, sentado en esa estrecha habitación atestada de gente que seguramente decía tener mejores razones que yo.
Todo está desecho en mis manos, y entre los respiros casi silencios de mi corazón, el sol parece ser tapado con un dedo y mis párpados caen ya no ligeros, y no quiero mirar más, observar ni siquiera soñar.
Y que si mis labios ya no gritan las cartas al cielo, cielo que ni crepúsculo tiene pero que actúa aún alegórico y ansioso de calma. Si el doblez de tu risa abrazara cada gesto, cada contorsión de mi alma, entonces debería ver tus manos rezar mis pensamientos y desgastar mi nombre.
Espero a que los segundos alcancen mi paso, parece cierto que mi voz ya no tiene color. Que color ni que colores si no es mas que un desgano de vivir. Un pequeño aire añejo que no cicatriza sólo percude mis manos con tu hedor.
Se sumerge en el dulce vinagre y nada con su racionalidad de pez, alborotas cada poro de mi piel que desea ser arrancado bruscamente.

Extraño es no escuchar el agitar de tus monosílabos.

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